Caso 1: Inclusión de un estudiante con TEA en el aula ordinaria
Contexto:
En una escuela primaria, ingresa Alejandro, un niño de 7 años diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Hasta ese momento, el centro no tenía experiencia con estudiantes con esta condición. Alejandro presenta dificultades para comunicarse verbalmente, necesita rutinas claras y se estresa con los cambios inesperados. Además, algunos compañeros no comprenden su comportamiento y tienden a excluirlo de las actividades.
Problemas identificados:
Dificultades de comunicación: Alejandro no habla con fluidez y a veces expresa sus necesidades con gestos o señales.
Rigidez: Necesita rutinas y anticipación de los cambios.
Exclusión social: Sus compañeros no saben cómo interactuar con él y a menudo le dejan fuera de los juegos.
Falta de formación docente: El profesor no tiene experiencia previa con estudiantes con TEA.
Pasos para la atención a la diversidad:
Evaluación inicial:
El equipo de orientación escolar evalúa las necesidades de Alejandro y elabora un informe con recomendaciones específicas.Adaptaciones curriculares:
Objetivos adaptados: Se priorizan objetivos de comunicación, autonomía y socialización.
Materiales visuales: Se utilizan pictogramas, agendas visuales y apoyos gráficos para facilitar la comprensión y anticipar las actividades diarias.
Rutinas claras: Se establece un horario visual y se avisa con antelación cualquier cambio en la rutina48.
Apoyos dentro del aula:
Profesor de apoyo: Un docente de educación especial participa en el aula, colaborando con el profesor titular.
Grupos interactivos: Se organizan actividades en pequeños grupos donde Alejandro puede participar de manera gradual, fomentando la interacción con sus compañeros7.
Tutoría entre iguales: Un compañero se convierte en “amigo embajador” para acompañar a Alejandro durante las transiciones y ayudarle a integrarse en las actividades.
Sensibilización y formación:
Talleres para compañeros: Se realizan sesiones para explicar a los estudiantes qué es el autismo y cómo pueden ayudar a Alejandro.
Formación docente: El profesor titular y el resto del equipo participan en cursos sobre TEA y estrategias inclusivas27.
Participación de la familia: Se mantiene una comunicación constante con la familia de Alejandro, invitándola a participar en actividades y talleres.
Seguimiento y evaluación:
Reuniones periódicas: El equipo docente y de orientación se reúne cada mes para valorar el progreso de Alejandro y ajustar las estrategias si es necesario.
Evaluación continua: Se evalúa el desarrollo de Alejandro en comunicación, autonomía y socialización, adaptando los criterios de evaluación a sus necesidades.
Resultados:
Después de un semestre, Alejandro muestra mejoras significativas:
Comunicación: Utiliza más gestos y pictogramas para expresarse, y en ocasiones pronuncia palabras nuevas.
Autonomía: Sigue las rutinas y acepta mejor los cambios si se le anticipan.
Inclusión social: Sus compañeros lo incluyen en los juegos y lo apoyan cuando necesita ayuda.
Clima escolar: El aula se ha vuelto más inclusiva y comprensiva, y los docentes se sienten más preparados para atender a la diversidad.
Reflexión final
Este caso demuestra que la atención a la diversidad requiere un trabajo coordinado entre docentes, orientadores, compañeros y familiares. La adaptación del currículo, la sensibilización y la participación activa de toda la comunidad educativa son clave para lograr una verdadera inclusión
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